Virgen Villar
Es la patrona de la localidad y se celebra siempre en su día, el 30 de abril.
Previamente a su día grande se realiza una novena a la ermita de la virgen, lugar donde se centran los actos religiosos de la festividad, entre los que se incluye una romería en la madrugada del día 30.
Cuenta la tradición, y como tal se recoge en la canción que se interpreta el primero de los días de la Novena en su honor, que apareciose la Virgen del Villar, patrona de Sediles en la provincia de Zaragoza, y también de Corella, en la vecina de Navarra, sobre una zarza; en las inmediaciones del lugar, donde hoy y rodeada de olivos, se alza la ermita que lleva su nombre.
Novena y rosario, siempre entre los días 21 y 30 de abril, este último el de la fiesta, conforman los actos de su celebración, a los que se ha añadido, en tiempos presentes, los consabidos bailes y concursos varios, que, todo lugar que se precie junta con las celebraciones religiosas, y que conforman el programa de las fiestas con el que los sedileños celebran a su Patrona.
Continúan, aún hoy en día, cuando la asistencia se ha visto notablemente mermada en la misma proporción en que lo ha hecho la población, las diarias procesiones que desde el pueblo conducen a los fieles hasta la ermita, donde se reza y canta a la Virgen , durante nueve días seguidos. Es la novena.
Fiados en la memoria de los de más edad, podemos rememorar como eran las novenas allá por la mitad de los años 40.Tenían su comienzo éstas a las puertas de la iglesia parroquial, desde donde, alineados en perfecto orden, unos tras otros, y siguiendo el camino abierto por las dos banderas y al estandarte (siempre portados por los jóvenes de la localidad, que pugnaban por hacerse con el honor de llevarlos), encabezaban la marcha, los curtidos hombres del campo, finalizada su diaria labor. Seguían los niños y niñas, en sendas filas y bien ordenados, acompañados del maestro y la maestra respectivos. En el centro, el cura, al que flanqueaban dos monaguillos que portaban sendos faroles. Y cerraban la procesión las mujeres, recorriendo entre todos el corto camino que lleva del pueblo hasta la ermita.
Cura y monagos, hombres y mujeres, jóvenes de ambos sexos; ocupaban el trayecto en el rezo del Rosario.
Llegados los fieles al lugar y tras el rezo de la Salve , siempre en latín, a cargo del cura; se procedía al rezo de la oración diaria, entresacada del correspondiente Libro de Oraciones . Unos y otros, tras pronunciar mentalmente la petición de deseos y el rezo de tres avemarías, entonaban, y siguen entonando hoy en día como siempre han visto hacer a sus ancestros, la correspondiente Salve; cuya letra cambia diariamente, y es distinta según haya sido el año favorable para las cosechas, o los campos se hayan visto asolados por la sequía.